De cerca, nadie es normal

Leopoldo II de Bélgica y el Congo: historia de una ignominia

Posted: October 26th, 2011 | Author: | Filed under: Book Summaries, History | Tags: , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , | Comments Off on Leopoldo II de Bélgica y el Congo: historia de una ignominia

Siempre había sentido curiosidad por el papel que había desempeñado Europa en la conquista y colonización de África. Tal vez, puesto que conocíamos con pelos y señales cómo nos había ido y nos lo habíamos gastado los españoles en Iberoamérica, sentía interés en ver y conocer en detalle lo bien que lo hicieron algunas naciones europeas, véase Bélgica, Francia, Alemania, Portugal, Italia e Inglaterra, en África.

Habiendo leído, estudiado y analizado hasta la saciedad, por otras razones que no vienen al caso, El corazón de las tinieblas de Joseph Conrad, el punto de partida para informarme sobre la colonización europea de África estaba claro: el Congo y la labor de Bélgica en esta zona.

La exclamación estertórea del personaje conradiano Kurtz al final de sus días en la novela (“The horror! The horror”) definen diafanamente la labor del rey Leopoldo II de Bélgica en el Congo: explotación sin límites, asesinatos sin límites; humillaciones sin límites; en definitiva, barbarie sin límite.

A quien quiera tener una lígera idea de lo que allí aconteció le recomiendo dos libros: por un lado, Heart of Darkness de Joseph Conrad en su tercera edición crítica de Norton de 1988 en la que puede encontrar, además de la novela del autor polaco, interesantes documentos relacionados con la cuestión colonial en el Congo de, entre otros, John Hope Franklin, Sir Harry Johnston, Maurice N. Henessy y Lynne Rice; y por otro lado, La tragedia del Congo de G.W. Williams, Roger Casement, Arthur Conan Doyle y Mark Twain, libro que reúne cuatro obras denunciadoras de estos autores frente a las atrocidades que se estaban cometiendo en el Congo con el silencio cómplice de Leopoldo II.

El primer documento que compone La tragedia del Congo es una carta que G.W. Williams, clérigo, historiador y periodista estadounidense negro, dirigió a Leopoldo II denunciando la barbarie que estaba aconteciendo en el Congo.

El segundo documento es el informe del consul británico Roger Casement sobre la situación del Congo en 1903. De estilo sobrio, funcionarial, transmite y sugiere una objetividad que hace que los horrores que describa resuenen aún más fuerte en la conciencia de cualquier ser humano. Por cierto, bonita, interesante y altamente recomendable la última obra de Mario Vargas Llosa, El sueño del celta, sobre la figura de Roger Casement.

El tercer documento es El crimen del Congo de Arthur Conan Doyle, otro escritor de postín de la época que se unió a la denuncia de la ignominia del Congo y que ayudó a dar más publicidad a las acusaciones que se habían venido sucediendo hasta entonces.

El último documento es el opúsculo El soliloquio del rey Leopoldo de Mark Twain en la que el autor presenta a Leopoldo II razonando, divagando e intentado justificar su actitud ante los crímenes nefandos del Congo frente a toda una batería de documentos y testimonios acusadores.

Además de las injusticias y los crímenes que se cometieron en aquel país africano, lo que más me ha sorprendido es la buena mano que algunos países colonizadores se han dado a lo largo de la historia para ocultar los crímenes que han cometido en esa labor de descubrimiento y colonización. Buena mano que le ha faltado también a otras naciones y que en cierto modo han sido como el “tonto útil” al que golpear en cualquier momento a fin de desviar la atención de otros mayores desmanes.

Antes de terminar, aviso para navegantes: hay que tener cierto estómago para leer La tragedia del Congo. A pesar de que todos los documentos están escritos de manera elegante, formal y sin ánimo de herir la sensibilidad del lector de principios de siglo XX, hay ciertos pasajes en los que se detallan algunas de las “buenas prácticas de los súbditos del buen rey Leopoldo II” que son, como diría el dicho polular, “para echarles de comer aparte”. Aún así, invito, a quien le interese el tema, a que se enfrasque en la lectura de este libro.

Termino este post, y con permiso de la editoria del libro, Ediciones Viento, incluyendo un párrafo que escribe Conan Doyle al final de su obra El crimen del Congo, inserta en este libro:

“¿Qué es el progreso? ¿Es ir un poco más deprisa en un automóvil de motor?, ¿Escuchar cómo farfulla un gramófono? Eso son juguetes de la vida. Pero si el progreso es algo espiritual, entonces no progresamos. Hace cincuenta años no habría sido posible un horror como el de Bélgica en el Congo. Ninguna nación europea habría podido llevarlo a cabo y, en caso contrario, todas las demás habrían alzado la voz en protesta. Había más decoro y principios en aquellos días más lentos. Vivimos una época de prisas, pero no llamemos progreso a eso. La historia del Congo ha hecho de esa idea un pequeño absurdo.”

Sustitúyase “gramófono” por iPhone y “Bélgica” y “el Congo” por otros nombres de naciones contemporáneas explotadoras y explotadas y hete aquí una reflexión con la mayor vigencia posible a día de hoy.

Gracias y que disfruten de las lecturas.

 

 


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